Con Teresa Ayerra (hija de Marino Ayerra), Javier Dronda (historiador) y Jon Jimenez (editor).
El 17 de julio de 1936, el sacerdote Marino Ayerra Redín llegaba a Altsasu, villa con "merecida fama de republicanismo de izquierda en el fondo monárquico y derechista que domina toda Navarra", para hacerse cargo de la parroquia. Tan solo un día después, sus feligreses tenían que huir al monte, le empezaban a llover muertos en las cunetas, los sublevados tomaban las calles del pueblo con ametralladoras y se le amontonaban las confesiones de crímenes cometidos de boca de falangistas y requetés. Los que pudieron huir no lo vivieron y el calvario de los que se quedaron lo guarda aún la sima de Otsoportillo.
Años después, a miles de kilómetros y con los hábitos ya colgados, Ayerra dará voz a todos ellos en este No me avergoncé del Evangelio, las memorias de un párroco que se irá desgarrando y rebelando ante el papel colaboracionista de la jerarquía eclesiástica en tan sangrienta cruzada. Una pieza de indudable valor histórico que constituye una de las fuentes primarias más importantes para entender el papel de la Iglesia Católica en la guerra del 36, que será utilizada por autores como José María Jimeno Jurío -cuyas anotaciones nos guían en este estremecedor relato- en la labor de recuperar la memoria de quienes fueron impunemente asesinados.
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