La idea original de esta intervención era abordar el tema de las semejanzas entre la toponimia de las dos Navarras. Esto es, la presentación de una serie de localidades y lugares que compartiesen un mismo nombre y estuviesen situadas en los dos territorios: Baigorri, Lekunberri, Azkarate, Uharte… o incluso Beire.
Propuesta interesante, sin duda, porque permitía subrayar desde un punto de vista toponímico las similitudes entre la Baja y la Alta Navarra. Sin embargo he acabado por desechar esta idea de confeccionar una lista de localidades de doble navarridad, si es que esta expresión tiene algún sentido, para centrarme en el topónimo que realmente nos une a todos los navarros, seamos del sur o del norte: Navarra, Navarre, Nafarroa.
Como estoy ante navarros me siento eximido de tener que defenderme de la sospecha de que tal aparente abreviación del trabajo, dedicarse solo a un topónimo en vez de una relativamente larga lista de ellos, pueda ser interpretada como fruto de cierta indolencia o falta de entusiasmo. Al contrario. Tiene más de irresponsable osadía que de otra cosa. Como navarros que son ya sé que son conscientes de la especial dificultad que entraña cualquier actividad que pretenda explicar qué es Navarra. Abordar esta cuestión desde cualquier punto de vista académico imaginable: histórico, geográfico, sociológico…, y también el onomástico, es aventurarse por un camino lleno de aristas y peligros de los que no siempre se sabe si se podrá salir indemne.
A lo largo de esta intervención pondré un especial empeño en centrar siempre mi atención exclusivamente en el nombre de nuestra tierra y lo que él nos trasmite, evitando perderme por las sinuosas sendas de su historia y de sus lenguas.
No esperen, por otro lado, escuchar nada nuevo al respecto. Lo que sigue no es el fruto de una investigación específica sobre el topónimo Navarra, sino una lectura e interpretación personal de algunas de las opiniones que se han vertido sobre nuestro corónimo, y no solo sobre su significado etimológico. Nos acercaremos a los avatares históricos y lingüísticos que ha vivido la denominación de nuestro reino de la mano de lingüistas e historiadores que se han acercado al tema, y solo al final de la ponencia abordaremos el tema de su significado etimológico. Este final se ha dispuesto así de forma deliberada ya que lo que se pretende con esta intervención es que concluyamos el acto académico fundidos en un abrazo etimológico. Una experiencia reconfortante, y muy necesaria entre navarros.
HISTORIA DEL NOMBRE DE NAVARRA
Aunque acabamos de anunciar que nos íbamos a ceñir al estudio del nombre de Navarra, es imposible no hacer mención al primer nombre con el que entramos en la historia: vascones. Subrayo este etnónimo porque, siguiendo a las fuentes romanas, el territorio de los vascones se asocia sin ningún género de dudas con el de la Alta Navarra y porque, como veremos a continuación, el etnónimo sigue vivo especialmente aplicado a las tierras ubicadas hoy al oeste (País Vasco o Vascongadas >*Vasconicatas) y al norte (Gascogne < Vasconia) del primitivo solar vascón. No es este el momento adecuado para abrir la caja de Pandora de la hipersensibilidad que genera en Navarra el uso del gentilicio vasco pero sí me gustaría hacer notar cómo la forma de entender esta realidad en el último siglo influye a la hora de utilizar las denominaciones del pasado. Entiendo que no es casualidad que en todo el territorio vascón sea dificilísimo hoy visitar algún poblado o yacimiento que reciba de forma específica tal denominación, frente a lo relativamente fácil que es encontrarse con villas romanas, yacimientos hispano-romanos o incluso poblados celtas.
Dicho esto, no queda sino constatar que la reducida Vasconia de época romana se extendió en siglos posteriores, siglos V al VIII, y su nombre se fue aplicando a las regiones situadas a ambos lados de la cordillera pirenaica occidental. Hecho llamativo, porque no olvidemos que en época romana, al menos sobre los mapas, incluso las tierras de la actual Baja Navarra quedaban fueran de Vasconia, en Aquitania. Por otro lado, tanto en crónicas visigodas, francas como árabes se sigue utilizando el etnónimo vascón para los habitantes de la actual Navarra, incluso al hacer referencia a los reyes de Pamplona. Sin embargo, en paralelo a esta extensión de los términos vascón o gascón y Vasconia, en el mencionado solar vascón surge un nuevo etnónimo a partir del siglo VIII que paulatinamente se irá imponiendo: navarri, los navarros.
El etnónimo, dejando a un lado su etimología, se ha querido explicar en función de dos ejes principales: el social y el lingüístico. A este respecto indica Roldán Jimeno (1) que:
“Picaud, además de describir una realidad étnico-cultural, mostraba una diferenciación social del territorio, tornándose sus palabras en halagos al referirse a los núcleos burgueses francos insertados entre los navarros. Esta percepción foránea recogía el temprano etnónimo de Nabarrus o Navarrus, dándole un significado social equivalente al arator, tal y como lo percibieron sutilmente los analistas carolingios a finales del siglo VIII.
A mediados de la siguiente centuria aquella realidad social de los navarri se refería también a su universo lingüístico, como lo reflejan los dos duces Navarrorum que comparecieron ante Carlos el Calvo y que representarían a pamploneses y gascones de análoga base socio-lingüística. La acepción francesa [terra] Navarra acabó como indicador del espacio político pamplonés, pasando el corónimo hacia finales del siglo XI al territorio controlado por la monarquía y los obispos de Pamplona, donde hacia 1162 y bajo Sancho el Sabio se adoptaría como denominación definitiva del reino. El carácter étnico-social y lingüístico de los habitantes de la vieja Iruñea bautizaría a su vez a la ciudad de la Navarrería, cuando ésta tuvo que diferenciarse del nuevo burgo de San Cernin a finales del siglo XI y luego de la población de San Nicolás.
Durante los siglos XII y XIII navarro equivalía a euskaldún. Lo hemos visto en Aimeric Picaud, pero la equivalencia se observa también en una concordia sobre bustalizas, en la que los jefes de los pastores de ganado son llamados en lingua navarrorum, Unamaizter et Buruzagi (1167). Durante esta época el gentilicio navarro entrañaba también connotaciones lingüísticas en textos de aforamiento de villas, algo que tendría su equivalente siglos después en el Fuero General, donde navarro y vascongado aparecerán como términos equivalentes ("Dice navarro gaizes berme; dice bascongado erret bide"). Esa misma concordancia debía subyacer en la mentalidad de algunos pobladores de la Ribera en el siglo XIII, cuando los de Peralta decían que García Elihart y Sancia Zuria -de indicadores personales eminentemente vascongados- venían de Navarra. De la misma manera, Tudela envió mensajeros a Teobaldo I, citándolos como los homes que fueron a Navarra.
Esto es, los navarros, un conjunto humano de extracción social humilde, labradores, y lingüísticamente de habla vasca, constituyen el hecho diferencial del reino y esto se traduce finalmente en su propia denominación, desplazando sorprendentemente a una denominación ya establecida como Reino de Pamplona, con el prestigio añadido de su pasado romano.
Nunca han estado muy claros los límites de la denominada Navarra primordial, y aunque algunas prestigiosas fuentes la equiparaban con Tierra Estella, más parece que esta Navarra primigenia estaba constituida por las tierras donde habitaban esos navarros que nos ha caracterizado Roldán Jimeno.
Superada esta fase imprecisa del etnónimo navarro, que se prolongó durante al menos cuatro siglos entre 769 y 1162, con Sancho VI el Sabio se fija ya el nombre de Navarra como el oficial del reino en esta última fecha y a partir de ella la suerte del topónimo irá unida ya a los avatares políticos del reino y a los dominios sujetos a la autoridad del monarca, y los navarros serán, desde entonces, básicamente, los naturales del reino.
LA BAJA NAVARRA
Será con el hijo del mencionado Sancho VI el Sabio, con Sancho el Fuerte, con el que se inicien las relaciones entre las Tierras de Ultrapuertos, si utilizamos el punto de vista pamplonés, y el reino de Navarra. Esta estrecha vinculación se iniciará en 1228 y concluirá con la invasión del reino en 1527.
La región de Ultrapuertos estaba configurada por siete valles o "países" (Arberoa, Osés, Cisa, Baigorri, Irisarri, Mixa y Ostabares) y villas que funcionaban de forma autónoma. Como indica Xabier Zabaltza (2):
“Las expresiones Sexta Merindad, Merindad de Ultrapuertos y Merindad de San Juan de Pie de Puerto se empezaron a emplear mucho después que Carlos IV de Navarra (= Carlos I de Castilla y V de Alemania) dividiera el Viejo Reyno en 1527”.
Esto es, la Baja Navarra nunca constituyó una merindad. La Baja Navarra es, por lo tanto, e independientemente de su extensión geográfica, bastante más que una merindad más. Y por eso resulta tan acertada la expresión de “las dos Navarras” con la que se denomina este seminario.
La denominación Baja Navarra surge tras la conquista castellana del reino en la que ese conjunto de valles autónomos quedan formando una unidad territorial que constituye en sí un reino tenido como tal por su legítimo soberano. Así surgen en 1527 las dos navarras, dos estructuras paralelas que, entre otros avatares, deberán también acordar el uso de su nombre.
Sobre este aspecto se ha ocupado Peio Monteano (3) en el Iceberg Navarro al señalar que ambas Navarras se titulaban indistintamente como Reino de Navarra. Y no sin falta de lógica porque al sur, el reino de Navarra, aunque conquistado por Castilla, mantenía sus instituciones privativas, y al norte los Albret seguían poseyendo el control sobre aquella parte del reino e instauraban un conjunto de instituciones paralelas a las que funcionaban en Pamplona. En palabras de Monteano “todo ello se tradujo en un permanente clima de confrontación y recelo entre las autoridades de las dos Navarras”.
Y más adelante añade:
“A nivel institucional, esta diferencia de visiones se reflejó en pugnas terminológicas entre los organismos de gobierno de ambos territorios. La verdad es que no sabían cómo denominarse uno a otros. Los organismos de Pamplona, consciente de que representaban a la mayoría de la población y del territorio, siempre trataron a las instituciones bajonavarras con cierto tono de superioridad. Por su parte, la Baja Navarra sabía que había heredado la legitimidad dinástica y retenía para sí también el nombre de Reino de Navarra. Pese a ello, ambas partes no tuvieron más remedio que asumir que las cosas habían cambiado. Para denominar a la pequeña porción que seguía independiente, se le comenzó a denominar Reino de Navarra bajo los puertos (1549) y luego Reino de la Baja Navarra (1586). Con frecuencia, las actas de los Estados bajonavarros se refieren a él como “el presente Reino de Navarra”, expresión que vendría a significar algo así como a lo que se había visto reducido el reino a partir de 1527. En el otro lado ya a final de siglo, se hará más frecuente el nombre de Alta Navarra. En ocasiones, se prefirió aludir a situaciones de hecho: los jueces lapurtarras se referirían al “Reino de de Navarra de allá los montes Pirineos, tenido por el rey de España”. Por su parte, desde Pamplona, donde seguía denominándose al extremo norte como Tierra de Vascos se trata de evitar el enfrentamiento con sus instituciones llamándose a sí mismo “los alcaldes de la Corte que residimos en Pamplona”.
Así pues es en esta época de la conquista cuando nace la denominación Baja Navarra para referirse a la parte norte del territorio poseída por sus reyes legítimos hasta 1620. Denominación que automáticamente generó otra nueva, la de Alta Navarra para el territorio conquistado por Castilla. Mientras tanto los reyes de España y Francia se proclamaban respectivamente rey de Navarra y Roy de Navarre, hasta que la monarquía francesa dio paso a la república en 1792 e hizo desaparecer por completo la estructura administrativa de la Baja Navarra, y el reino de Navarra desapareció como tal en 1839-41, aunque retuvo el nombre, límites geográficos y cierta autonomía. Esto explica que de manera generalizada Navarra y Nafarroa sean hoy las formas más extendidas para denominar a la Navarra peninsular y Basse Navarre y Basanabarre lo sean para el territorio continental. Las expresiones Alta Navarra, Nafarroa Garaia y Nafarroa Beherea se reservaban para textos más especializados.
Esta es, pues, la historia del corónimo Navarra. Nombre que surge en el siglo VIII para designar a las tierras habitadas por los navarros, un grupo humano específico dentro de los vascones, que en 1162 se consolida como nombre de un reino, que en 1527 se desgaja en dos partes desiguales la Alta Navarra al sur y la Baja Navarra la norte.
SOBRE LOS NOMBRES DE NAVARRA
Analizada someramente la historia de la denominación Navarra es hora de acercarse a su uso estrictamente lingüístico.
Por lo que a su nombre general respecta están plenamente establecidas sus formas correctas en nuestras tres lenguas presentes: Nafarroa en euskera, Navarra en castellano y Navarre en francés. Señala la Academia que Nafarroa es el nombre vasco original siendo Naparroa variante posterior y que el gentilicio vasco más antiguo es nafar, no napar ni nafartar.
La denominación de la Baja Navarra, como ya hemos visto, es reciente y su origen romance ha generado un sinfín de variantes euskéricas la mayoría de escasa difusión y tradición. Ya antes de su constitución como reino las tierras de Ultrapuertos recibieron diferentes nombres (Xabier Zabaltza (2)) como Tierras d'Ayllent Puertos (1291), Aquent Puertos (1352, visión bajonavarra), Navarra deça-ports(1371), Tierra de Vascos (1437)... (ya observada por Aymeric Picaud en 1139 al distinguir entre los Bascli, y los Navarri) Basse-Navarre y Baja Navarrase van a generalizar a partir del XVI, al consumarse la división del reino.
Primero se documenta en francés Basse-Navarre, y algo más tarde se documenta por primera vez su denominación euskérica Baxenabarre. No obstante, Xabier Zabaltza (2) sugiere que la denominación vasca no se toma del francés sino de la expresión bearnesa Baxa Nabarra(1577) de la que igualmente habría surgido la francesa. En euskera el testimonio de Axular en 1643 ha servido de base para las formas cultas propuestas por Euskaltzaindia:
"Ceren anhitz moldez eta differentqui minçatcen baitira euscal herrian, Naffarroa garayan, Naffarroa beherean, Çuberoan, Lapurdin, Bizcayan, Guipuzcoan, Alaba-herrian eta bertce anhitz leccutan" (AXULAR, 1643).
No olvidemos, no obstante, que la Academia admite también el uso de Baxenabarre documentado ya en 1664 y único nombre generalizado de forma popular desde al menos el siglo XVII:
"Yaquin eçaçu nola naizen basanabarren eta nola naizen ossasunarekin yenquoari esquer" (Joanes PERUSKIren gutuna, 1664)
Es llamativo como ese aspecto romance de la denominación Basse Navarre ha generado todo tipo de adaptaciones para dotar a este territorio de un nombre genuinamente euskérico que, obviamente, no necesitaba. He aquí un listado de denominaciones vasquizadas recogidas por Xabier Zabaltza (2), entre las que habría que añadir a las de Axular:
Naffarroa beherea (Axular, 1643), Nabarpe (Adema-Zaldubi, 1882), Naparbea (Arana-Goiri, 1890), Naparrobera (Arana-Goiri, 1894ko apirilean), Benabarre (Arana-Goiri, 1894ko maiatzean), Benabarra(Arana-Goiri, 1894ko agorrilean), Naparbehera(Arana-Goiri, 1896), Beko Nabarra(Arana-Goiri, 1897), Naparro-behera(Arana-Goiri, 1901), Benaparroa(Azkue, 1927), Benafarroa (Enrike Zubiri "Manezaundi", 1930), Beko Naparroa (Plazido Muxika, 1964)... Y algo más tardías son otras como Behenafarroa y Baxenafarroa. 2:20
¿Cómo usar correctamente esas denominaciones? En euskera resulta de interés la propuesta de Xabier Zabaltza (2) que se apoya en los dos nombres académicamente correctos para el territorio navarro continental: Baxenabarre y Nafarroa Beherea. Según el historiador tudelano, se podría contraponer por un lado las dos formas más populares, Nafarroa y Baxenabarre, de forma general, mientras que reservaríamos la forma Nafarroa Garaia en contextos donde se use a su vez la expresión Nafarroa Beherea.
Pero esta práctica solución que funcionaría perfectamente en euskera no tiene fácil acomodo en los romances castellano y francés donde Baja Navarra se opone tanto a Navarra como a Alta Navarra, de la misma manera que Basse-Navarre lo hace a Navarre y Haute-Navarre. En estos idiomas, y por razones prácticas, Navarra o Navarre es sobre todo la Navarra peninsular, frente a Baja Navarra / Basse-Navarre. El uso de Alta Navarra se reserva para textos en los que las tres realidades deben ser específicamente diferenciadas.
Esta opción es la que más se ajusta al uso real, aunque evidentemente ofrece reparos históricos al identificar el nombre general de Navarra con una de sus partes. No obstante, es innegable que Navarra es el nombre oficial de un territorio con unos límites geográficos e instituciones propias, enclavado hoy dentro del reino de España, por lo que usar la denominación de Navarra para la Alta Navarra es una necesidad incontestable e ineludible; mientras que la expresión Alta Navarra se ve confinada a contextos muy concretos y especializados, o bien a ámbitos muy concienciados de la naturaleza dual de Navarra.
Y ya que citamos el tema de la denominación oficial me veo en la obligación de recordar que Navarra, a diferencia de lo que ocurre con la denominación de los territorios de las comunidades autónomas de Galicia, País Vasco, Cataluña, Valencia o Baleares, no ha promulgado aún la oficialidad de la denominación Nafarroa, lo cual no deja de ser sorprendente, por no decir ligeramente inquietante; si bien es cierto que lo ha hecho de facto (Amejoramiento, uso administrativo legal…).
Desde el Consejo Navarro del Euskera ya se ha encomendado al Gobierno la solución de este aspecto y parece que ya se han iniciado los trámites que darían inicio a la solicitud de oficialidad de Nafarroa.
ETIMOLOGÍA
Llegamos ya al terreno de la etimología y como bien indicaba Pascual Madoz en su diccionario "son infinitas las etimologías que se han buscado a este nombre".
Es bien conocido que Aymeric Picaud escribió que navarrus era `non verus´ `no verdadero´, por ser mezcla de guerrero y de mujer. Además opinaba que los navarros y los escoceses tenían un mismo origen. Otros opinan que el origen está Naddaver, nombre de la ciudad de donde habrían partido los primeros navarros.
La lista podría hacerse interminable. Se ha intentando explicar el nombre a partir de una "novara" dedicada por S. Saturnino a S. Juan Bautista, o de "la barra que tomó por divisa D. Sancho", según recordó el mismo Madoz. Juan Fernández Amador de los Ríos defendió una raíz caldaica..."
Pero centrémonos ahora en las que tienen algo más de peso por la valía de sus autores. Jean Orpustan piensa que Nabarra fue el nombre original, surgiendo muchísimo más tarde las variantes Nafarroa y Naparroa. Piensa este autor que el nombre está relacionado con la voz prerromana nava `llanura entre montañas´ o con la voz vasca nabar `color pardo´. En este sentido retoma la teoría de Garibay y Moret quienes proponían que Navarra tenía su origen en las voces naba y erria `pueblo de las navas´. Pascual Madoz ironizaba al respecto diciendo: "...no dejaría de ser extraño que la reino de los Pirineos se hubiese impuesto el nombre de tierra llana...". De esta opinión es Julio Caro Baroja: "...desde el punto de vista geográfico quiere decir algo semejante a "sierra" y no a "nava=llanura"..., "...los navarros podrían ser, en suma, alga así como los serranos o constituirían una unidad étnica, gentilicia, una fracción de los antiguos vascones, con nombre correspondiente a un epónimo. La llanura se me escapa de toda consideración".
Tampoco esta exento de controversia el nombre de Baja Navarra, aunque, desde luego, su interpretación ha sido generalmente relacionada con la menor altura de estas tierras respecto a la vecina Navarra meridional. Opinión que me resulta la más razonable. No obstante Manex Goihenetxe, según cita Xabier Zabaltza (2), llegó a proponer a modo de hipótesis que Baxa Nabarra hacía referencia a la voz vasca basoa, basa- y que por lo tanto la equivalencia entre Baxa Nabarra (Baxenabarre) y Baja Navarra con Nafarroa Beherea no sería la correcto, sino Basoko Nafarroa la “Navarra boscosa”.
Pero sin duda, una de las interpretaciones más convincentes, en mi opinión, es la promulgada por Alfonso Irigoien. Resulta evidente que Nafarroa, Navarre y Navarra tienen un mismo origen, un origen que quizá esté en los gentilicios, nafar en vascuence y navarro en romance, a partir de los cuales habrían surgido los topónimos Nafarroay Navarra.
En vascuence, aunque no se trata de un fenómeno totalmente regular, está probado la evolución b > f, por lo que ambos gentilicios podrían derivarse de un primitivo nabar, que en vasco equivale a `color pardo´, y que fue ampliamente utilizado como nombre de persona medieval. Alfonso Irigoyen escribe lo siguiente al respecto: "Como es sabido, el gentilicio equivalente al castellano navarroes actualmente en lengua vasca nafar / napar, variantes procedentes ambas de nabar... La forma equivalente a Navarra, nombre del antiguo reino, es, por otra parte, Nafarroa / Naparroa, y ambas variantes proceden, por la misma razón que en el caso del gentilicio, de un primitivo *Nabarroa.".
Seguramente a partir de su significado primitivo, o de su utilización como nombre de persona, pasó a designar al habitante de una región limitada en el espacio y que fue extendiéndose hasta dar nombre al reino de Navarra.
Pero lo que realmente queremos subrayar es que Navarra no es otra cosa que la tierra donde viven los navarros. En euskera es más que evidente y lo observamos en la utilización de sufijo de valor colectivo –oa que se aplica sobre el gentilicio: nafar + -oa. Pero también en romance, tal y como hemos visto en el texto de Roldán Jimeno, porque a partir del gentilicio navarro se habría generalizado la expresión Terra navarra, de donde finalmente surgió el corónimo Navarra.
Este y no otro es el abrazo etimológico prometido. Y es que Navarre, Navarra o Nafarroa es simplemente la tierra de los navarros y navarras, condición que se adquiere por el mero de hecho de vivir en ella.
Es posible que se me objete que no ha quedado muy claro cuál es la etimología de navarro, y no me queda sino encogerme de hombros y señalar la dificultad de la empresa. Y es que si resulta del todo imposible dar una definición del navarro del siglo XXI, imaginemos la proeza que supondría determinar a qué debieron exactamente nuestros antepasados, a qué cualidad o defecto, su nombre.
Y ahora sí, acabo, pero mirando al futuro, con el deseo de que la toponimia siga sirviendo de nexo de unión entre las dos Navarras y no solo por compartir nombre desde hace casi 900 años. Y para ello no voy a dudar en aprovecharme de su cariño por las dos Navarras, por Navarra.
En la Alta Navarra se realizó una exhaustiva recopilación de la toponimia menor de Navarra, recuperándose 100.000 denominaciones vivas que fueron cartografiadas y oficializadas. De eso hace ya casi 30 años. Lo inquietante de esta situación es que este trabajo sigue sin hacerse en la Baja Navarra y hemos perdido toda una generación de expertos en este tiempo. Mejor no pensar cuántos insustituibles conocedores de los montes y campos bajanavarros se nos han ido. Pero, tal y como se dice de los árboles, si el mejor momento para plantarlos fue hace 20 años, el segundo mejor momento lo será mañana. Sería magnífico que de encuentros como el de hoy pudieran salir iniciativas conjuntas en la que experiencia acumulada en una parte de Navarra pudiera transmitirse a la otra.
De hecho se podría decir que el trabajo está a punto de comenzar. La semana pasada nos reunimos varios navarros y navarras de la la Alta y Baja Navarra para dar inicio a una intrépida aventura toponímica: la localización del topónimo más largo conocido y documentado de toda la Europa continental: Azpilikuetagaraikosaroiarenberekolarrea en el lugar donde confluyen ambas Navarras, en los montes de Alduide o Quinto Real. Reconozco que pueda parecer una empresa un tanto frívola, pero realmente confío en que pueda convertirse en el primero de los 25.000 topónimos que calculo nos esperan a lo largo de la Baja Navarra. Una empresa que podría contribuir a que el abrazo entre las dos Navarras fuese aún más fraterno. Si en los próximos meses llaman a sus puertas pidiendo ayuda y colaboración para algún proyecto que aborde la recogida de la toponimia bajonavarra, no duden en prestarle su apoyo.
NOTAS
1. Jimeno Aranguren, Roldán. Eusko Ikaskuntza, Revista Internacional de los Estudios Vascos
BIBLID [0212-7016 (1999), 44: 2; 441-454] SUSTRATO CULTURAL DE LA VASCONIA ALTOMEDIEVAL
(Cultural Substract of early medieval Vasconia)
2. Zabaltza Pérez Nievas, Xabier:
“La merindad que nunca existió”, Navarra Hoy, 1992ko apirilaren 26a.
"Ipar Nafarroaren euskal izenaz”, Euskaldunon Egunkaria, 1992ko ekainaren 26a.
3. Monteano Sorbet, Peio: El iceberg navarro, Pamiela, Pamplona 2017.